sábado, 23 de marzo de 2013

Nunca máis


¿Se puede creer alguien que la jeta que aparece en la foto que ilustra esta entrada es la de un héroe del MTB? ¿Alguien puede pensar que esa cara de estreñimiento es la del protagonista  de una épica gesta? Pues no. Siento defraudar a la afición, pero el que suscribe no es ningún héroe. 

¿Y qué hacía el que suscribe pedaleando bajo la lluvia en La Rocosa, después de haber escrito recientemente en este mismo blog una entrada en la que se autodenominaba "biker de secano"? Eso, eso... ¿qué hacía un biker de secano como tú en un sitio como ese? Buena pregunta. ¿Fue vanidad? ¿Fue incoherencia? ¿Fue ingenuidad? ¿Fue estulticia?

La verdad es que fue pensar que -como había sucedido en Valdemorillo- el día aguantaría, que las previsiones siempre tienen un margen de error y que los hados bikers nos serían propicios. Pero esta vez no fue así: cayó la del pulpo y pasamos las de Caín. Y empezó a caer no antes de que empezara la marcha (lo que siempre hubiera permitido una prudente retirada a tiempo), sino cuando ya estábamos bien metidos en faena; y es que, en estos casos, la ley de Murphy nunca falla.

Agua, frío y un barro que se pegaba a las ruedas como si fuera brea fueron la constante durante más de dos horas interminables, en las que lo único que me mantuvo sobre la bicicleta fue el pensamiento de retirarme al final de la ruta corta: "A los treinta y seis kilómetros, ¡a hacer puñetas!". Es asombroso cómo un pensamiento tan simple, constantemente repetido, puede darte energías para seguir moviendo unos músculos entumecidos que amenazan con empezar a acalambrarse;  el insondable poder de la mente puede llegar a desafiar los límites físicos de manera insospechada.

Hay bikers que sostienen que hay que sufrir encima de la bici. Estoy de acuerdo. Pero todo tiene un límite. Recuerdo a otro biker que me decía en una ocasión que bastante sufrimiento tenía él para llegar a fin de mes. ¡Más razón que un santo! Yo creo que hay que sufrir dentro de lo razonable,  y que el límite de lo razonable lo marca ese punto en el que la satisfacción posterior no compensa el sufrimiento previo. Superada esa línea roja, el biker se convierte en "masobiker". Cierto es que la línea no es la misma para todos: dónde se trace dependerá de la preparación física, edad, mentalidad... El pasado domingo yo traspasé mi línea roja varios pueblos. Sí, ¡¡varios pueblos!!

Recientemente se ha incorporado a MNBC Pedro, un biker luso (Portugal no es solo tierra de buenos futbolistas, doy fe) que sí es un verdadero héroe: con su cuerpo de rugbista y su corazón de biker acabó la ruta larga como un machote. Supongo que su línea roja está mucho más allá que la mía, porque cuando yo llevaba más de una hora maldiciendo mi suerte e intentando calentarme con la calefacción del coche, llegó él radiante: cubierto de barro, calado hasta los huesos, pero radiante y feliz. Supongo que a él le compensó. A mí no.

La Rocosa solo me ha servido para definir un clarísimo plan de acción para las próximas marchas organizadas. Se concreta en tres puntos:

  1. No apuntarme hasta dos días antes de la marcha.
  2. Apuntarme si y solo si la previsión meteorológica da una posibilidad de precipitación inferior al 10%.
  3. Si, a pesar de todo, el día de la carrera amanece con indicios razonables de precipitación, no se va, ¡y no pasa naaaa!
Alguno pensará que soy un antihéroe; lo cierto es que lo soy: en el reparto yo no habría llegado ni a Super López. Y lo tengo muy claro. Y lo digo como lo diría Pedro en su lengua natal: NUNCA MÁIS!! Que ya estamos mayores. Lo de estar mayor lo añado yo, en español: mi portugués no da pa máis.







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