lunes, 4 de junio de 2012

Agua, sudor y barro

No llovió, pero sí hubo agua, sí hubo sudor y sí hubo barro. Con lo que no renuncio al título que anuncié en mi anterior entrada en el caso de que lloviera. Para los que queráis disfrutar con un completísimo reportaje gráfico de enorme calidad (algunas fotos son de concurso), os remito a la página web de la marcha: RIAZA B-PRO 2012. Los que, además, queráis tener mi visión personal de esta marcha en la que (vaya por delante) disfruté como un enano, podéis seguir leyendo.

 Se cumplieron las previsiones y el tiempo acompañó como nunca. Temperatura ideal (ni frío ni calor) y ni una gota de lluvia, lo cual no quiere decir que no hubiera agua porque, para que no nos faltara, la organización (fiel al lema que ha incluido en su web, "Sin dureza no hay recompensa") se encargó de que vadeáramos un río primero en un sentido y luego en otro, en menos de 200 metros. Cuando llegué a la meta, le comenté a uno de nuestros amigos de Biketown mi extrañeza ante lo absurdo (al menos a mí me lo pareció) de cruzar un río, primero en un sentido y luego (como digo, 200 metros más allá) en el contrario. Me contestó, parafraseando un conocido sketch de José Mota, "¿Te has dado cuenta tú también?". En fin, que así no falto el agua: los más afortunados conseguimos cruzar el río con el líquido elemento hasta media rueda y calándonos solo los pies; a otros, con menos suerte (o más recompensa, según la filosofía de la organización: "Sin dureza no hay recompensa") se les quedó atascada la rueda con alguna piedra del fondo del río y se mojaron bastante más que los pies.

Del barro y el sudor no es necesario hablar. Diré sin más que los hubo a la medida de la dureza y recompensa de la prueba: los más sudados y más embarrados, más recompensados.
Gran ambiente en la salida y, como siempre, ya desde el comienzo, se empezaron a perfilar los dos tipos de bikers: marcianos y terrícolas. En la sección marcianos, representando a Biketown, participaban Javier (conocido extraterrestre) y Alex. De ellos diré que los vi a la llegada con claros síntomas de llevar mucho tiempo esperando. En la sección de pobres terrícolas íbamos el resto. Para que uno se haga idea de a qué me refiero con la distinción entre las dos categorías, diré que Javier y Alex hicieron en los primeros 40 kilómetros una media en el entorno de los 27 km/h; los terrícolas nos movimos en el entorno de los 20 km/h. A partir de ahora, lo que cuento es todo referente a la marcha terrícola; la extraterrestre solo la conozco por referencias.

Primera mitad del recorrido, rápido, bastante rápido. Segunda mitad, empezaron los puertos y la dureza que nos acabaría recompensando (a unos más que a otros). En los puertos el pelotón ciclista se estiraba y me recordaba la procesión de flagelantes que describe Cervantes en el último capítulo de la primera parte del Quijote. Todos en fila, en silencio, castigando las piernas con estas modernas máquinas de tortura (cuando hay que subir puertos, con cincuenta kilómetros en las piernas, se entiende). En una de aquellas procesiones ascendentes me topé (nunca lo había sufrido personalmente, aunque me habían hablado de su existencia) con un especimen típico de la fauna biker que (por seguir recurriendo a José Mota) podríamos denominar el "cansinobiker". El cansinobiker selecciona bien su presa: otro biker que va un puntito más "jorobado" que él, cuando se llevan más de tres cuartos de ruta, y siempre en una subida (de esas en las que el cuentakilómetros nunca pasa de 10 km/h). El cansinobiker se aproxima por detrás, se pone a la altura de uno y ataca con preguntas tales como: "¿Cuánto te han dicho que queda?"(el tío se había fijado en que le había preguntado a uno de la organización en un cruce: el cansinobiker no da puntada sin hilo). Lo siguiente es preguntarte si habías corrido en Riaza el año anterior (no, no había corrido) y, ante la negativa, empezar a describirte el recorrido del año anterior que era justo al revés y, por tanto la dureza (necesaria para la recompensa) estaba al principio y, claro, el final era muy relajadito (justo las palabras que yo necesito oír ahora; ahora que me estoy planteando que no me vuelven a pillar en una de estas de dureza y recompensa).... Cuesta abajo (¡¡los hados me son propicios!!): pico el freno y dejo que el cansinobiker se aleje, porque no quiero saber si ha corrido el Soplao, porque si lo ha corrido me contará (sin duda) cada kilómetro de extrema dureza... Dejo que se vaya, que abra hueco (en habiendo hueco, no hay problema). Pero todo lo que baja tiene que subir y vuelvo a ver al cansinobiker en procesión de flagelantes. La dureza (que acabará recompensándonos) llega al extremo de que la procesión es de flagelantes a pie. El cansinobiker (¡no miento!), a falta de víctima... ¡va hablando solo! Me mantengo a prudente distancia y ya no lo vuelvo a ver.

Dureza, dureza y más dureza... ¡¡Meta!! Abrazos, ¡¡¡cómo mola!!!, creo que sí me volverán a pillar en una de estas... Y el cansinobiker seguro que es muy buena gente. Sin más, la dureza no me permitía juzgarlo con la cabeza fría. 

¡Nos vemos en la próxima!

1 comentario: