Los bikers que nos encontramos en ese amplio espectro de población que tiene que hacer juegos malabares para llegar a fin de mes (y a veces, ¡ni con juegos malabares!) soñamos con el día en que nos toque la lotería, heredemos de una tía abuela sin descendencia a la que caímos simpáticos en su día o nos crucemos con algún filántropo de posibles amigo del MTB y de los que lo practicamos... Entre tanto, seguimos con nuestra vieja cabalgadura y nos consolamos pensando que los cinco kilos que la separan de la bicicleta de nuestros sueños tienen un inestimable valor terapéutico del que nunca se podrá beneficiar el usuario de bicicletas más ligeras: ¡adónde vamos a parar!
Y es que una bici que ronda los quince kilos o más tiene un indudable potencial de entrenamiento que me recuerda el de aquellos balones medicinales que utilizábamos en el colegio los que estábamos en el equipo de baloncesto. La gran ventaja que tienen las bicicletas medicinales es que su medicinalidad y su precio están en relación inversamente proporcional: cuanto más barata la bici, más medicinal es. Así, una hora de pedaleo con un hierro equivale, más o menos, a dos horas de pedaleo con una bicicleta de carbono tope de gama, de forma que el usuario de una bici medicinal consigue optimizar su tiempo de entrenamiento de un modo que nunca conseguiría con una bici de ensueño.
¿Por qué se da, entonces, en todo biker que se precie, la aspiración a mejorar la máquina? Pues porque no cabe duda de que una buena bici es una auténtica gozada (de esto ya hemos escrito en este blog); y todo lo anterior es por aquello de que el no se consuela es porque no quiere, y que si la envidia fuera tiña..., y que no por mucho madrugar amanece más temprano, y más vale pájaro en mano que ciento volando, y en casa del herrero, cuchillo de palo...
Refranero aparte, seguiremos soñando con la bonoloto e intentando ahorrar para la bici. Esperemos que no pasen muchos años, porque podría ser que, cuando podamos permitírnoslo, ya no tengamos el esqueleto para mucha trialera... Responderemos entonces, parafraseando a Humphrey Bogart en Casablanca, que siempre nos quedará el carril... Aunque para pedalear por el carril bici quizá no sea necesario un desembolso excesivo ;-)
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