En la entrada de hoy no voy a tratar de nada relacionado con el MTB; al menos, no directamente. Indirectamente sí, porque voy a hablar de una historia de superación, y nuestro deporte -como todo deporte- va de eso, de superación.
Pero la de hoy es una historia de superación con mayúsculas: la de LOPEZ LOMONG. De Lopez, o Lopepe, como le llamaban sus amigos, supe hace cosa de un par de años, cuando la editorial para la que trabajo me encargó la traducción del libro Running for my Life (que titulé Correr para vivir), en el que se cuenta cómo este atleta nacido en Sudán del Sur fue secuestrado con seis años para ser niño soldado, pasó diez años en el campo de refugiados de Kakuma, en Kenia, y con dieciséis años fue recibido en acogida por una familia estadounidense; siete años después, obtuvo la nacionalidad norteamericana y en 2008 compitió en las olimpiadas de Pekín con el equipo de los Estados Unidos, del que fue el abanderado en la ceremonia inaugural.
Esta semana Lopez ha estado en Madrid y he tenido el honor de conocerle y de conocer a su encantadora mujer, Brittany, capitana de las U.S. Air Forces, con la que se casó el pasado mes de septiembre. Venía como ponente del congreso Lo Que De Verdad Importa, un evento impresionante que ha reunido a cerca de dos mil jóvenes.
Lopez es una persona muy especial. Y en este caso, la realidad supera la imagen que uno se forma cuando lee el libro (que no tiene nada de ficción). Lopez es, en el buen sentido de la palabra, bueno, como diría Machado. Esa es la sensación que me ha dejado: un hombre bueno, sencillo, agradecido...
Sin más, quiero que esta entrada sirva para expresar mi gratitud a una persona que ha cambiado de manera significativa mi forma de ver la realidad, que me ha ayudado a valorar la enorme suerte que he tenido en la vida y me ha recordado con su historia que debo poner todos los dones que he recibido al servicio de los demás, que debo aportar mi granito de arena para que la vida de los que no han sido tan afortunados como yo pueda ser un poco mejor.
Solo me queda animar a leer el libro. No deja a nadie indiferente. Copio a continuación una reseña que escribí en su día.
Correr para vivir
El gran milagro de los libros es que nos permiten
vivir de manera vicaria experiencias que difícilmente alcanzaríamos de otro
modo. Correr para vivir embarca al lector en la increíble aventura de Lopez Lomong, un
niño al que estuvieron a punto de convertir en soldado en Sudán —carne de cañón de una guerra fratricida—, y al que, sin embargo, la Providencia —Lopez cree en la Providencia, yo creo en la
Providencia— quiso darle una
vida nueva que sirviera para remover las conciencias de muchos.
Correr
para vivir es un relato autobiográfico,
contado desde una mirada limpia, casi ingenua, y tiene toda la fuerza de una
pintura naíf. La historia comienza el domingo en que unos soldados rebeldes
detienen sus camiones delante de la iglesia de campaña donde se estaba
celebrando la misa, irrumpen en la celebración y se llevan a todos los niños y
niñas que allí había. A Lopez lo arrancan de los brazos de su madre. Tenía seis
años. Aquel día se había acabado su infancia. Siguen los horrores del
campamento rebelde, la muerte de muchos de sus compañeros, la huida, nueve años
en un campo de refugiados de Kenia y el comienzo de una nueva vida en una
familia de acogida en un pueblecito del estado de Nueva York. Y durante todo
ese tiempo, correr y correr, correr tras el sueño de llegar a ser atleta
olímpico y defender los colores del país que le permitió volver a nacer. Sin desvelar
detalles, sí diré que el sueño se hizo realidad y que continúa, y que Lopez es
actualmente un atleta de élite habitual en el equipo nacional de Estados
Unidos.
El libro gustará a los aficionados al atletismo,
sin duda; y la descripción que se hace de una carrera de 1500, vuelta a vuelta,
les pondrá la piel de gallina. Pero el libro es mucho más que atletismo. El
libro son las cosas que damos por supuestas, sin pararnos a pensar en lo
afortunados que somos. Y al llegar a la última página, del corazón y de la boca
sale una única palabra: «Gracias».
tengo pendiente la lectura de este libro pero sin duda lo leeré. Me gusta esta entrada.
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